“A veces a los médicos se les va la mano”

Más denuncias de violencias durante abortos.


Autora: Yadira Serrano Díaz 

Era noviembre de 2016 cuando supo que estaba embarazada; tenía poco más de 15 años. Una vecina a quien pidió ayuda le compró la prueba, que enseguida dio positiva. “Yo miraba el test y lloraba, así estuve durante horas, hasta que decidí contarle a mi mamá”, relata Leydis Pérez, de Santiago de Cuba. Como era de esperarse, la madre no acogió de buenas la noticia, pero entre las dos coincidieron en que la mejor opción era abortar. No obstante, ninguna de las dos contaba con que la experiencia fuese tan horrible.

“Como era menor de edad, aquello fue un peloteo sin nombre y en ese proceso pasaron como dos semanas. Tuve que hacerme análisis y esperar los resultados. Recuerdo que el exudado me dio alterado y me mandaron tratamiento por siete días; días en los que no comía ni dormía por el estrés. Finalmente me remitieron para el Hospital Clínico Quirúrgico Juan Bruno Zayas donde me harían la regulación, ya con seis semanas”, recuerda Pérez.

“Cuando llegó mi turno, entré con mi mamá, porque ella tenía que firmar un consentimiento. El médico hablaba y yo no lo escuchaba, tenía pánico, me sudaban las manos y estaba temblando. Mi mamá no me pudo acompañar. Al entrar, me ordenaron quitarme toda la ropa y me dieron una bata y unas botas de tela. Sin mucho rodeo, el médico me colocó el espéculo y comenzó a succionar. Yo intentaba no moverme, pero por momentos el dolor me superó, Mientras, el doctor me gritaba: ‘Abre las piernas o te voy a bajar de la mesa’, ‘Si sigues moviéndote te voy a perforar sin querer’. Hasta me dio palmadas en la pierna como reprimenda. Esos cinco minutos me parecieron eternos”, relató la joven santiaguera.

Cuba fue el primer país de América Latina y el Caribe en despenalizar el aborto. Sin embargo, aún no tiene una ley específica para el aborto o la interrupción voluntaria del embarazo. En su lugar, entre 1961 y 1965, se creó una base legal dentro de la Ley 62 del Código Penal, que autoriza esta práctica hasta las 12 semanas de gestación, dentro del marco del Sistema Nacional de Salud. Más recientemente, el Anteproyecto de Ley de Salud Pública, disponible en internet desde noviembre de 2023, incluyó el derecho al aborto, pero el amparo legal continúa siendo insuficiente.

Artículo 139: La mujer, en ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos, tiene el derecho de decidir sobre la terminación voluntaria del embarazo, mediante la realización de un proceder médico preventivo y terapéutico, en instituciones certificadas para esta atención y por personal calificado, cumpliendo las regulaciones técnicas, éticas y jurídicas aprobadas por el Ministerio de Salud Pública.

Anteproyecto de Ley de Salud Pública

Por su parte, el Código Penal establece las condenas correspondientes para quien desempeñe abortos fuera de las regulaciones de salud establecidas. No obstante, como mismo no existe una ley específica que refrende la política del derecho al aborto libre, seguro y gratuito, las mujeres tampoco cuentan con un mecanismo de protección en caso de sufrir maltratos durante el proceso. En tal contexto, estas situaciones de violencia ginecobstétrica y de género han sido normalizadas en cierta medida.

Si bien esta normativa establece que “el aborto se convierte en un delito cuando se lleva a cabo por lucro, se efectúa sin el consentimiento de la mujer o en condiciones que puedan amenazar su vida y su salud”, en la práctica no funciona así.

Daniela Padrón, de Songo La Maya, sufrió maltrato médico en el Policlínico Carlos J. Finlay de la localidad, en marzo de 2022; además, tuvo que pagar su aborto. Ella descubrió el embarazo cuando tenía ocho semanas, pero al ya tener un bebé pequeño decidió interrumpirlo. “Sabía que estaba pasada, porque la regulación es hasta la sexta semana, pero con contactos y dinero todo se resuelve”, confesó. No obstante, el riesgo de una regulación menstrual con ese tiempo fue inminente.

“El día antes le di los 5.000 pesos al médico y a la mañana siguiente fui tempranito. A esa hora ya había seis mujeres delante de mí. Él llegó como a las 9:00 de la mañana y antes de entrar me indicó: ‘Ponte en la fila que yo te llamo pronto, no te preocupes’. Pasé cerca de las 11:00. Después de firmar el consentimiento, me quité toda la ropa y pasé al saloncito de espera. Cuando dijeron mi nombre tragué en seco, me subí en la mesa, el doctor me puso el espéculo y me pidió que tosiera. Acto seguido el dolor fue brutal. Yo tenía los ojos cerrados y el cuerpo tenso, era algo involuntario. ‘Relájate, que así no puedo dilatar el cuello’, me dijo, y yo traté de cooperar”, describió Padrón.

A pesar del dolor, la joven respiró aliviada luego de la interrupción. Pero, dos días después comenzó con fiebre alta, sangrado abundante y dolor agudo en la zona pélvica. Su madre la llevó de inmediato al policlínico y, tras un ultrasonido, descubrieron que le quedaban restos ovulares, lo que conllevó a una infección. Ese mismo día fue remitida hacia el Hospital Clínico Quirúrgico, donde debían suministrarle antibióticos, para luego hacerle un legrado bajo anestesia, según dictaba el protocolo. Sin embargo, a ella le hicieron una “limpieza a sangre fría”.

“Lo único que yo pensaba era en si quedaría estéril. Ese no era el mejor momento, pero yo quería parir otra vez. Me ingresaron en la Sala de Legrados del Clínico y comenzaron a darme antibióticos orales e intramusculares. Ya me sentía mucho mejor, solo esperaba a legrarme. Estaba más tranquila porque creí que sería con anestesia, hasta que me comunicaron que no, que no había necesidad, porque solo me harían una limpieza”, dice Padrón.

El término “limpieza” es comúnmente usado en Cuba para referirse a la intervención posterior a un aborto incompleto. Esta técnica de dilatación y curetaje se emplea con el objetivo de extraer tejido del interior del útero, por disímiles causas (una de ellas la retirada de restos ovulares). En países como España y Estados Unidos, la paciente recibe anestesia durante el procedimiento, pero en Cuba, suele ser a sangre fría.

Al respecto, explica el médico fisiatra Roberto Serrano: “Tanto en la regulación menstrual como en el legrado, la aplicación de anestésicos es necesaria. En el último caso, la elección de la anestesia depende del motivo y de los antecedentes médicos de la paciente. En Cuba, con base en la escasez de insumos y la precariedad del sistema de salud pública en general, se ha normalizado la presunción de la anestesia en procesos particularmente invasivos y dolorosos como estos. Pero no significa que sea normal o correcto, como tampoco lo es que las mujeres terminen siendo violentadas”.

La otra forma de tratamiento tras un aborto incompleto sería la administración de misoprostol, ya sea por vía oral o vaginal, pero de nuevo, este método también es suprimido por la escasez.  

“Yo sentía que me raspaban y succionaban, era un dolor insoportable, combinado con ganas de defecar. El médico me decía ‘Apoya las nalgas en la mesa” y yo trataba de hacerlo pero por instinto me corría hacia atrás. La enfermera a su lado, tomando pinzas cada vez más grandes. Yo solo veía las pinzas. Aquello duró como 20 minutos, calculo yo, tal vez menos, no sé, pero no fue tan rápido como la regulación. Cuando terminó, tuvieron que inyectarme, porque el dolor de ovarios no tenía nombre”, lamentó Daniela Padrón. “A las 24 horas me hicieron un ultrasonido y estaba limpia, gracias a Dios”, concluyó.

Durante esta investigación, conversamos con Sara*, enfermera de la Sala de Legrados del Hospital Clínico Quirúrgico Juan Bruno Zayas, quien acumula más de 20 años en esa institución y coincidió en que el personal médico violenta a las mujeres. “A veces se les va la mano. El dolor en cualquier método de estos es fortísimo, muchas se han desmayado o se han levantado de la mesa a medias, por eso quedan restos. Yo trato de pasarles la mano, de hablarles bajito y con cariño, porque aparte de enfermera también soy mujer”.

En cuanto a la retención de restos ovulares, consta en las lecturas médicas que es de las complicaciones más frecuentes que acarrean las interrupciones de embarazos, y casi siempre conlleva abundante sangrado o hemorragias. Otras consecuencias son lesiones al nivel del cuello del útero, perforaciones uterinas e infecciones en el endometrio (endometritis). A largo plazo, esto puede provocar la infertilidad.

“Aquí todo es a ciegas”, subrayó la enfermera. “Tengo entendido que en otros países se hace raspado con ultrasonido, por ejemplo. Pero, aquí en Cuba, el médico tiene que saber cómo suena el útero cuando está limpio, y no todo el mundo sabe para eso”, sentenció.

A pesar del maltrato físico y psicológico, sumado al lucro que circunda las interrupciones de embarazo en la Isla, así como de las consecuencias, incluso mortales, no se conoce ningún caso de responsables que hayan sido procesados penalmente, justo por esta falta de mecanismos de protección, reparación y prevención. Los propios entrevistados coinciden en que “los médicos siempre tienen la oportunidad de “librarse”.

En 2023, Lizandra y su madre intentaron iniciar una querella contra una técnica en Ginecología que puso en peligro la vida de la muchacha, pero el proceso ni siquiera comenzó. En febrero de ese año, acudieron al Hospital Materno Sur de Santiago de Cuba, conocido como Clínica de los Ángeles, donde la joven de 18 años se practicó una regulación menstrual que devino en infección. Lizandra se quejó ante la misma instancia hospitalaria, alegando que fue intervenida por una técnica en Ginecología en vez de por un especialista. También achacó los malos resultados a “mala praxis”. Pero sus quejas no surtieron efecto

“Yo sí me sorprendí porque la consulta estaba presidida por un médico muy recomendado, pero en el momento de la regulación asumió una técnica; él estaba detrás dándole indicaciones y requiriéndole en ocasiones. Cuando ella estimó me dijo que ya había terminado, yo me levanté y me fui. Al otro día, comenzó la fiebre y el sangramiento. También dormía mucho, que más tarde supe es un síntoma de septicemia. Estuve al borde de la muerte”, recordó Lizandra. “Mi mamá y yo procuramos demandarlos, pero se escudaron tras el consentimiento que firmé antes del procedimiento”, destacó.

*Sara es un pseudónimo.

*Este reportaje forma parte del fondo de periodismo de Casa Palanca, destinado a periodistas y comunicadoras mujeres y no binarias que residen tanto dentro como fuera de Cuba.

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